El 25 de Mayo se conmemora en Argentina “El Día de la Patria”. La Revolución de Mayo de 1810 constituye para muchos el acontecimiento más importante de la historia nacional. Las razones son varias, pero hay una que sin duda resulta decisiva: su estrecha asociación con los inicios de la propia nación de la que la Revolución constituye una suerte de mito de orígenes.

A 211 años de lo ocurrido, El Senador Rodrigo Borla reflexiona y se expresa al respecto. El objetivo es construir colectivamente una jornada de reflexión y análisis crítico que permita reconocer que los procesos históricos son el resultado de la interacción de elementos económicos, sociales, ideológicos, político y culturales.

Analizando los sucesos de Mayo, podemos entender que tuvieron un carácter revolucionario porque los debates abiertos en Mayo representaron la instalación de un nuevo lenguaje político, basado en una idea contractual de la nación y en la representación política como fuente de legitimidad. En este sentido, Mayo fue revolucionario no sólo porque representó un acto de asunción de soberanía frente a la nación española, sino porque también implicó enfrentar el problema de definir cuál era el sujeto al que retornaba la soberanía cuando no había rey.

Mientras que para Buenos Aires la soberanía popular era sólo una porque el pueblo era sólo uno, para las ciudades del interior la soberanía descansaba en cada uno de los pueblos, por lo que algunas ciudades del virreinato rechazaron la convocatoria porteña y formaron sus propias juntas. Por todo esto, Mayo no representó el nacimiento de la nación argentina, sino el inicio de una muy agitada aventura política que se extendió por gran parte del siglo XIX.

Mayo no representa una mera serie de sucesos que ocurrieron en el pasado y que descansan en las profundidades de la historia argentina. En el imaginario político argentino Mayo es, sobre todo, un ritual a través del cual se recrean los lazos que dan vida a la comunidad política nacional. Como todos los rituales cívicos, Mayo es resultado de una operación selectiva de olvidos y rememoraciones. De allí que lo importante no consiste simplemente en contar lo que sucedió en 1810, sino en definir los valores en torno de los cuales aquella selección de la memoria es producida en función de la comunidad política que pretende construirse. Por esta razón, Mayo ofrece a los argentinos la posibilidad de abrir cada año un debate sobre los fundamentos de nuestra comunidad política y social.

Para los argentinos, Mayo debería representar la oportunidad de avanzar en la recuperación de la noción de Patria, rescatándola de la estrecha asociación entre patriotismo y autoritarismo o, centralismo y federalismo que está fuertemente arraigada en la imaginación política del país.

Debemos aprovechar, propone el Senador Borla, para reconstruir la noción de Patria, como el conjunto de valores políticos compartidos que hacen posible la existencia de una comunidad democrática basada en el respeto de los derechos humanos. Y por esto debe entenderse algo mucho más ambicioso que vestir la escarapela algunos días al año.

Para ello, sostiene el Senador Borla: Está en manos de la sociedad argentina saber reconocer la acción transformadora de la historia y poder generar Ideas que defiendan la libertad, la democracia, la cultura y la necesidad de fomentar la industria nacional.

Tal como lo sostenía Mariano Moreno (patriota de la Revolución de Mayo) “la importancia de la instrucción y la educación como método contra las tiranías, la necesidad de vigilar la conducta de los representantes, los reparos ante las injerencias del extranjero y la necesidad de una organización federal en el gobierno”

Para conseguir la realización completa de emancipación de las masas e igualdad de clases es necesario que todas las instituciones sociales se dirijan al mismo objetivo de construir una Democracia que nos permita denunciar lo injusto, abrazar a la Patria, debatir la realidad para cambiarla, organizarse y poner al bien común por delante las mezquindades individuales.

Prensa Borla.